El éxito terapéutico en el tratamiento del niño depende en gran medida del trabajo conjunto con los padres, que pasan a ser parte del equipo
La Unidad Infanto Juvenil de Fundación Esfera sigue desarrollando la formación en el Modelo centrado en la familia. Se trata de un proceso complejo que implica un compromiso personal de los profesionales.
Este modelo cambia la manera de intervenir, pero sobre todo la forma de mirar y de escuchar. Sus principios fundamentales son el empoderamiento de las familias y la concienciación de que lo realmente importante no es lo que pasa en el tratamiento, sino los efectos que pueda tener fuera. Algo obvio, que muchas veces se olvida, es que no hay éxito terapéutico en el tratamiento de un niño si no existe de manera conjunta un trabajo con los padres.
No es que antes no se supiera sino que, desde un modelo del experto, los profesionales daban pautas a los padres para que las realizaran en sus contextos naturales. Ahora los terapeutas ya no sólo dan pautas, sino que los padres pasan a ser parte del equipo de intervención y juntos se establecen los objetivos del tratamiento y su dirección.
La directora del área infanto-juvenil, Maite Echegaray, lo define así: “Escuchamos a los padres como los conocedores de su sufrimiento y del de sus hijos, aunque al mismo tiempo en un principio se encuentren desbordados y no sepan cómo actuar. Por eso la primera función es acogerles. Acogerles significa recibirles como a unos invitados interesantes, alguien que tiene muchas cosas que contarnos, y nosotros junto a ellos muchas cosas que descubrir”.
Por lo tanto, el encuentro con los profesionales es un encuentro de dos sujetos activos. No es “el que sabe” frente al que no; son dos sujetos convocados a la investigación donde las diferencias en sus conocimientos permiten una mejor guía para la intervención. Nosotros tenemos la teoría científica, los padres tienen la práctica de su vida.
Se crean estrategias integradas en las rutinas de las familias, y de manera natural se incorporan cambios sin que recuerden a los estudios del condicionamiento clásico y el perro de Pavlov. En este sentido Echegaray pone un ejemplo: “No es lo mismo enseñar los colores sentado en una mesa con tarjetas plastificadas que dando un paseo familiar por el campo observando la naturaleza”.
Los profesionales no sólo miran y escuchan a los padres, lo más importante: miran y escuchan al niño. No se trata de encajar a los niños en nuestros tratamientos sino de diseñar de manera personalizada y a modo de pieza exclusiva el tratamiento más adecuado para ese niño que valientemente y con su individualidad viene a ser ayudado y comprendido.
Nuestros profesionales se quitan las gafas de la omnipotencia del saber teórico para que no les dificulte la visión de las personas reales con las que se encuentran.
Seguimos formándonos y seguimos aprendiendo.