Finaliza 2019 y nos sentimos un poco decepcionados porque no hemos hecho todo lo que esperábamos. Pero, ¿era posible?
El otro día nuestra compañera Isabel compartió un vídeo en redes sociales. Esto no es ninguna novedad, ni cosa extraña y menos en estas fechas. Cuando uno empieza a verlo piensa: “bueno, un vídeo más de estos navideños que están hecho para tocarnos la patata”. Pues mira tú por donde, este nos la tocó. Isabel nos invitaba a reflexionar y hemos hecho los deberes.
Es época de ilusión, de magia, de balance y de propósitos. Un espíritu megalomaníaco parece invadirnos y de pronto queremos darlo todo y recibir de la misma manera. Nos sentimos un poco decepcionados porque mirando hacia atrás, el año que se va no ha sido, ni hemos hecho, todo lo que esperábamos. Pero, ¿era posible?
Queríamos ser queridos por todos, querer a todos, ir al gimnasio, ser mejores madres, padres, hijos, amigos, ser más generosos, estudiar más, trabajar mejor, leer, ganar más dinero, alimentarnos mejor, viajar más, cambiar el mundo…
Una lista interminable, muy bien intencionada pero angustiosa, asfixiante y que no tiene otra meta que la decepción. Es de todos conocido el refrán de “quien mucho abarca, poco aprieta”. Pero más allá de la imposibilidad y unida a esta, surgen otras preguntas: pero, ¿por qué todo?, ¿por qué tanto?, ¿por qué nunca somos suficiente?
Todos estos propósitos esconden la necesidad de sentir que somos maravillosos y que la vida también tiene que serlo. Que sólo somos valiosos si somos ideales, que la vida sólo está bien si constantemente nos ofrece sensaciones y emociones desbordantes de alegría y satisfacción. Pues bien, si seguimos con refranes ahora nos tocaría el de “lo ideal es enemigo de lo bueno y de lo posible”.
Si para que el balance del año 2019 salga positivo hemos tenido que ser ideales, estamos condenados a la insatisfacción. ¿Por qué este trato tan exigente a nosotros mismos y a los demás? Tan exigente y tan infructuoso por cierto. No hay nada como ese estar en las nubes de querer todo para tropezarnos con la realidad de la vida y darnos de bruces como en el cuento de La Lechera. El todo y la nada siempre son las dos caras de una misma moneda y es importante que esto no lo olvidemos.
Así que bajemos de los ideales y aterricemos en la realidad. En lo posible y en lo importante. No necesitamos todo, pero sí nos necesitamos los unos a los otros. Nos necesitamos como personas, como compañeros de vida. Como nos enseña el video al que hacíamos referencia al principio, no necesitamos la casa en el campo, ni el último aparato electrónico. Necesitamos la compañía de quienes nos importan. Necesitamos amor.
Y aquí el propósito de Fundación Esfera 2020: ser vuestros acompañantes. Os queremos dar nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestra lucha por la capacidad. No es que no tengamos ilusión, ni que hayamos dejado de pensar en proyectos innovadores, sólo es que el sentido de todas nuestras actuaciones se basa en ser ni más, ni menos: compañeros activos de viaje.
No queremos ser Don Quijote sino Sancho Panza: fieles escuderos que acompañen y luchen en las batallas de la vida.
Si en el balance de 2020 pensamos que hemos podido contribuir humildemente con esta misión tan importante podemos afirmar que estaremos totalmente satisfechos.
Os deseamos un Feliz Año 2020.